Japón defiende que el semáforo verde es en realidad azul
En Japón, la luz verde de los semáforos es conocida como "ao" (青), un término que abarca un espectro más amplio de colores, lo que desafía las convenciones internacionales y refleja una singularidad cultural donde el lenguaje influye en la percepción. Esta tradición, que data de la década de 1930 y fue formalizada en la Ley de Tráfico Vial de 1960, destaca cómo las concepciones culturales pueden convertirse en elementos constitutivos de la identidad nacional.

La percepción del color puede tomar giros inesperados dependiendo de la cultura y el idioma. Este es el caso de Japón, donde la luz del semáforo que indica avanzar se conoce coloquialmente como azul, desafiando los estándares globales que la identifican como verde. Esta particularidad cultural no solo sorprende a los visitantes, sino que también pone de manifiesto cómo el lenguaje y la tradición influyen en la percepción del mundo.
Una singularidad cultural
En la mayoría de los países, el verde es el color que representa el avance en los semáforos. Sin embargo, en Japón, esta luz se denomina "ao" (青), que tradicionalmente abarca una gama de colores mucho más amplia que en otros idiomas. En este contexto, la luz del semáforo se convierte en un fenómeno cultural que desafía la noción estándar del color.
La historia del semáforo azul en Japón tiene raíces en conceptos lingüísticos antiguos y en la percepción cultural de los colores. En el pasado, el japonés contaba con solo cuatro términos básicos para describir colores: rojo, blanco, negro y azul. El término "ao" abarcaba lo que hoy consideraríamos azul, verde e incluso cian. Esta tradición lingüística se mantuvo incluso después de que surgiera el término "midori" (緑) para describir específicamente el verde, asociado con la vegetación.
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El conflicto con el semáforo
Con la llegada de los semáforos en Japón en la década de 1930, la luz verde fue catalogada en un principio como tal, siguiendo las convenciones internacionales. Sin embargo, la Ley de Tráfico Vial de 1960 introdujo oficialmente el término "ao shingō" (青信号), traducido como "señal azul". Esto provocó un desajuste con las normativas internacionales, marcadas por la Convención de Viena de 1968 que definía el verde como el color de referencia para la luz de avanzar.
Japón no firmó dicha convención, conservando así su capacidad de utilizar la nomenclatura tradicional. En 1973, para satisfacer tanto los estándares culturales como los externos, el gobierno japonés decidió que las luces de tráfico debían exhibir un tono verde con un matiz azulado, lo que permitió continuar refiriéndose a ellas como "ao". El resultado fue un equilibrio curioso: semáforos que en apariencia son verdes, pero que en el contexto cultural japonés son considerados azules.
Una noción extendida en el lenguaje
La influencia del término "ao" no se limita a las luces de tráfico. En la lengua japonesa, hay muchas expresiones que reflejan la convergencia de azul y verde. Por ejemplo, el término "aoringo" se utiliza para referirse a la manzana verde, mientras que "aonori" designa un alga verde comúnmente utilizada en platos como el okonomiyaki. De igual forma, "aoba" se refiere a las hojas jóvenes de los árboles.
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Además, el término "ao" ha adquirido valores simbólicos que representan lo nuevo e inmaduro. En la cultura japonesa, describir a una persona como "aoi" implica que aún es inexperta, similar a como utilizamos "verde" en español o inglés para indicar falta de experiencia. Esta amalgama de significados muestra cómo el lenguaje no solo denote colores, sino que también organiza las percepciones y asociaciones culturales en torno a ellos.
Una convención cultural convertida en identidad nacional
A pesar de que los semáforos en Japón son prácticamente verdes, millones de japoneses continúan llamándolos azules, manteniendo viva una forma particular de ver y describir el mundo. Esta tradición, que puede resultar desconcertante para quienes visitan el país, se presenta como un aspecto de identidad cultural que no necesita una justificación.
La jerarquía entre la percepción visual y el lenguaje en este contexto es un ejemplo notable de cómo las convenciones culturales pueden desafiar normas internacionales y convertirse en elementos constitutivos de la identidad nacional. Al final, el semáforo azul de Japón ilustra que la manera en que denominamos las cosas afecta directamente nuestra comprensión de ellas. Así, incluso un simple dispositivo de tráfico puede narrar una historia de rica historia, lenguaje y costumbres que han perdurado a través de los siglos.
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